Hay roomies que no cumplen con el canon del roomie perfecto, pero son lo mejor que te puede pasar
Por Abril Mulato
En nueve años me he mudado doce veces. He vivido en cuatro casas y en siete depas ubicados en 10 colonias distintas con dos pseudo novios, varios compas, una hermana, tres parejas e incluso con la mamá de una amiga.
Para mí cambiar de casa nunca ha representado un problema; al contrario, me emociona. Siempre he pensado que mudarse te da la oportunidad de resetear tu vida y de creer –al menos durante las primeras semanas– que las cosas pueden mejorar.
¡Neta! Por alguna razón pienso que mi jef@ ya no se va a cagar en mi chamba, que voy a dejar de escoger a pura banda ojete para salir y que esta vez sí le voy a echar ganas a la decoración del depa porque ya soy bien madurota. Y todo sucederá a partir de mi cambio de casa, claro… ¿Pooor? No lo sé, pero siempre pienso lo mismo.
Con el tiempo me he vuelto una experta en resetear mi vida. Cada vez que me mudo regalo ropa, vendo muebles, quito y tiro la cortina del baño, meto trastes y ropa en bolsas de basura y cajas y me voy. En un día empaco, entrego la llave, pido mi depósito y me voy.
Hace poco mi hermana se mudó después de varios años de vivir en el mismo depa. Tardó meses en empacar y el día que entregó la llave se puso triste. Me preguntó que cómo le hacía, que cómo era para mí tan fácil dejar atrás un lugar en el que se habían vivido tantas cosas.
Me quedé pensando y después de un rato me di cuenta de que a pesar de todos los cambios de novios-trabajos-casas-amigos en cada depa/casa/cuarto tuve a los dos mejores roomies que alguien pueda tener. Y no, no cumplen con el canon del roomie perfecto.
La realidad es que cada me descuido se comen mi comida, sin importar que sea lo último que queda del itacate. No respetan horarios y pueden despertarse a las 3 de la mañana si algo les molesta. Simplemente van y tocan al cuarto y me despiertan.
No importa qué tan cansada llegue de trabajar o qué tan jodido haya estado el día, ellos siempre quieren salir y no hay forma de decirles que no. No trabajan, duermen todo el día, se la viven echados, dejan su pelo por todos lados y jamás, jamás limpian su baño.
Pero por otro lado, jamás se quejan de la música que escucho, me reciben como si no me hubieran visto en años y han visto Bridget Jones conmigo más de 50 veces. Además tiene un radar anti culeros y, aunque yo no les hice caso en su momento, siempre supieron cuando alguien no valía la pena. Incluso me consolaron todos los días que llegué borrachísima a llorar a casa.
Para mí lo único constante en mi vida después de mi familia y mis amigos es el amor de mis perros. Ellos son los mejores compañeros de piso que he podido tener y aunque no sepa en donde voy a vivir en un año, en dos o en tres, mientras esté con ellos nada más importa.
Sí, soy una loca de los perros, pero no soy la única. Yo sé que hay varios que entienden que mientras ellos (perros, conejos, gatos o tortugas) estén cerca, cualquier lugar se convierte en un hogar.
¡Arriba los perritohs!
<3